Las autoridades rusas informaron la detención de un ciudadano uzbeko de 29 años, señalado como el principal sospechoso del asesinato del general Igor Kirillov, jefe de las Fuerzas de Defensa Nucleares, Biológicas y Químicas de Rusia (NBC). El ataque ocurrió en el sureste de Moscú, cuando un artefacto explosivo, oculto en un monopatín, fue detonado frente al edificio residencial del militar.

De acuerdo con el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB), el detenido habría sido reclutado por los servicios de inteligencia de Ucrania para ejecutar el atentado. Según el comunicado oficial, el sospechoso llegó a Moscú por indicaciones de sus reclutadores, alquiló un vehículo para espiar la residencia de Kirillov y posteriormente instaló el explosivo en un monopatín eléctrico. Además, colocó una cámara que transmitía en tiempo real hacia contactos en Ucrania. La detonación se llevó a cabo al identificar a Kirillov saliendo del edificio. Como parte del acuerdo con sus reclutadores, se le prometió una recompensa de 100,000 dólares y residencia en un país europeo.

Fuentes ucranianas confirmaron a medios internacionales, incluido la BBC, que el asesinato fue planeado por la inteligencia de su país. Justificaron el ataque señalando que el general Kirillov, de 54 años, era «un objetivo legítimo» debido a su implicación en crímenes de guerra. Ucrania había acusado previamente a Kirillov en ausencia, responsabilizándolo del uso masivo de armas químicas prohibidas en el conflicto y lo había catalogado como un símbolo del liderazgo militar ruso en esta área.

El Reino Unido también había sancionado a Kirillov, acusándolo de supervisar el empleo de armas químicas durante la guerra en Ucrania. Por su parte, el gobierno ruso niega estas acusaciones y asegura que su arsenal de armas químicas fue completamente destruido en 2017, según acuerdos internacionales.

El atentado ha conmocionado a la comunidad internacional, ya que Kirillov es la figura militar de mayor rango asesinada dentro de Rusia desde el inicio de la invasión a Ucrania hace casi tres años. Las imágenes difundidas del lugar del ataque muestran la entrada del edificio gravemente dañada, con marcas de quemaduras en las paredes, ventanas destrozadas y bolsas mortuorias en la calle.

Este evento añade una nueva tensión en el conflicto entre Rusia y Ucrania, exacerbando las acusaciones mutuas sobre operaciones encubiertas y crímenes de guerra en un conflicto que sigue dejando graves consecuencias en ambos países.